martes, 21 de septiembre de 2010

va de retro

el grito, no es una respuesta
Por Luis Contreras


Dicen que hay tres tipos de personas en el mundo: las que hacen que las cosas pasen, las que miran las cosas pasar y las que se preguntan  ¿qué paso? Esta semana se reúnen en Nueva York los líderes del mundo. Algunos de ellos en su calidad de Jefes de Estado, otros como capitanes de la industria, otros como influyentes conciencias dentro de los círculos de decisión. Como sea, los que por estos días atosigan a la gran manzana, a la gran ramera, llegan para discutir el rumbo de las naciones y el futuro de la humanidad. La agenda del nuevo milenio.
    
Los asuntos sobre la mesa son apocalípticos. Se trata de evitar el desastre. Cualquiera de los temas de carácter global está en la posibilidad de abrir abismos para la humanidad: petróleo, energía nuclear, agua, población, alimentos, armas, drogas, ecosistemas y biodiversidad, cambio climático, migración, enfermedades… todos ellos girando en derredor del ojo de huracán que significa el sistema económico mundial.
Se trata de un sistema que tiene en la crisis una forma de gobierno y de oposición. La crisis como forma de ganar adeptos, conversos; la crisis como el arma que se hunde en la carne de la especie. Y en este mundo de crisis, mil millones de personas padecen hambre.  En este mundo, niños de diez años empuñan armas AK 47 y se disparan con ellas.
En este mundo se  construyen  drenajes especiales para traficar con carne humana, órganos, sexos, infancias. En este mundo día a día se descubren  nuevas especies y día a día se les depreda y se les extingue. Un mundo donde la solidaridad se agota y la ambición se vuelve combustible de todos los incendios sociales. Un mundo cada vez más sintético. De plástico. Un mundo con depresión. Esquizo.
Para algunos se trata de evitar el desastre y hacer de este mundo un lugar mejor. Para otros les es suficiente con tener un lugar de primera, un palco, desde donde se pueda contemplar a salvo un buen maremoto, un terremoto, la quema de un palacio de gobierno o una epidemia. Mientras  un maremoto, un terremoto, la quema de un palacio de gobierno y una epidemia sigan siendo un gran negocio. La economía del desastre, dice Naomi Klein. La economía de guerra.
Los líderes de la humanidad miran hacia el futuro. Toman posición. Pelean los mejores lugares. Corren a disputarse las últimas parcelas fértiles del planeta. Miran por su gente.  Mientras que en Nueva York se debate sobre los grandes males de la humanidad y las oportunidades que ellos generan, en México conmemoramos con un grito el grito de independencia  y  con sombreros y cananas nuestra revolución. Miramos al pasado. Miramos al pasado y nos preguntamos ¿qué paso?
En este país, surreal por naturaleza, aún no entendemos los quienes y los porqués de la independencia, los quienes y los porqués de la revolución. La posible respuesta dependerá del lugar que ocupes en la sociedad mexicana. En este país aún no nos hemos dicho la verdad, cruda, ruda, amarga, como en una pieza.  Por eso todavía nos preguntamos…  ¿qué paso?
México no es una isla. No somos aparte del mundo. Este país estructura un continente. Por su territorio corren, como ríos, los flujos migratorios; corren las cargas y recargas de cocaína y mariguana que dopará a buena parte de la sociedad primermundista. Está también el comercio formal y el pirata. Están, sobre todo, las no fronteras de la biodiversidad. México es uno de los países más biodiversos del planeta. Es esta la última de sus riquezas.
Hay otras. Otros temas que son centro de este país, como su petróleo. En la conmemoración de la independencia y en el festejo de la revolución, nada nos hace mirar hacia el futuro. Las luces del bicentenario iluminan solamente nuestro pasado. Nada dicen del México del tricentenario. Parece que el futuro de este país es el 2012. Que cortito. Que pequeño futuro. Que inmediato.
Nuestra ceguera es demencial. Absurda. En un mundo que se está quedando sin fronteras, que se reestructura rápidamente, que se disputa las últimas manzanas del único árbol de manzanas, mirar solamente hacia atrás nos deja fuera. Y quedarnos fuera es cruzar el abismo sobre una cuerda imaginaria. En algún momento, alguien notará que bajo nuestros pies no hay nada.

A nuestra clase política la alimenta sólo el debate electoral. Las elecciones la entusiasman y estimulan. ¿Quién? Es la única pregunta que se hacen. Y es por eso que a nuestros gobiernos les es suficiente con cerrar una calle, poner una lona, sillas plegables, mesas largas, traer un mariachi, una botella de tequila o de mezcal, algunas carnes, algunos moles, pozoles, pirotecnias…  eso les es suficiente. La fiesta del bicentenario no es una fiesta del pueblo, es una fiesta de pueblo. Con eso tienen. El grito de México es una calle cerrada. El grito de México no es una respuesta. Ni siquiera es una pregunta.
Mientras que en Nueva York se discute el futuro del mundo, en México se debate sobre conceptos como democracia, alternancia, regresivo, alianzas, coaliciones…  Esta es una nación joven. En el Laberinto de la Soledad, Octavio Paz veía a México como un adolescente. Un México que flota, indeciso. Es posible.

Sin embargo, este país parece más bien como un recién nacido que, envuelto en placenta,  en sangre, llora y se retuerce. Jala aire e intenta abrir los ojos por primera vez. Este país aún puede ser lo que se proponga. Si es que deja de flotar y se decide. Si es que abre los ojos y mira por primera vez.

* Colección privada, "todo" de Frineka Vu Tonbo (Windhoek, Namibia, 2000).

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