martes, 7 de septiembre de 2010

EL INFORME DE UN PRECANDIDATO

KRÓNICA

Por luis contreras

Cuando comenzó el mitin inició también la lluvia. Gris. Cuando en julio del año 2000 el PRI perdió la presidencia de la República y el PAN tomó el poder en el gobierno federal, el informe de gobierno en esta entidad mutó en mitin. Primero con Montiel y ahora con Peña, este acto de protocolo político se realiza, no para dar cuenta del estado que guarda la administración pública en su nivel estatal, sino para escuchar a un precandidato a la presidencia de la república y con ello promoverlo. Ya son diez años de precandidatos y ni uno solo de gobernador. Como Montiel, Peña nunca ha sido gobernador, sólo ha sido precandidato.

El Estado de México tiene ya una amplia tradición de aspirantes a la presidencia de la república. Quiso López Mateos y lo logró, pero después de él nadie. No lo lograría Del Mazo, tampoco Hank, ni Chuayffet, ni Camacho, ni Montiel… Pero ahora el clan priísta del EDOMEX toca la puerta de los pinos con mayor fuerza que nunca, con uno de los suyos. Uno nacido en Atlacomulco.

Quienes asisten al Teatro Morelos lo saben de cierto. Peña puede ser presidente. Así lo tratan. Así lo escuchan. Así lo aplauden. Dentro del recinto la solemnidad del faraón, el gesto neutral o expectante, el delirio, la emoción. Hasta este frente los amigos y también, codo a codo, los enemigos. Allí están Manlio y Ebrad. Del Mazo y Chuayffet… Y otros. La mayoría de las butacas las llena la burocracia. Y para esos pocos que nos hacen tomar un camino en lugar de otro, como dice Fallaci, sólo esta la primera fila. En una fila caben. No son más que cuatro o cinco.  

Pero además de ser el evento de un precandidato lo es de los gobernadores: sobre las alfombras rojas están los gobernadores, los gobernadores electos, los aspirantes a la gubernatura… todo es aspiración y nostalgia.

Adentro el discurso, afuera la lluvia. Desfile de cifras y de helicópteros, de programas y de camionetas blindadas, de inversiones y de escoltas. Burócratas todos, el Teatro Morelos y sus alrededores prueban que en la política no hay franciscanos. Hay poder y hay dinero. Hay dinero y hay poder. Mucho. El informe es un mitin y el mitin un lustre.

Las calles cerradas, los retenes policiacos en las entradas de la ciudad, las motocicletas de la policía estatal abriendo el paso a los que no tienen el paso cerrado… La atmósfera del quinto informe de gobierno es arquetipo del poder político, prototipo del priísmo y estereotipo gubernamental.

Frente a los propios y frente a los extraños Peña muestra su compromiso: "… Se promueve así una democracia sin contenido, donde por el solo fin de obtener el poder se negocian alianzas entre proyectos antagónicos, generando confusión y desconfianza en la política… " "…Es falaz y doloso hacer creer que la llegada de un partido distinto al que actualmente ostenta la Presidencia de la República sea una regresión de nuestra democracia…" "…el proyecto de futuro no pasa por la restauración del viejo régimen… " "…La Nación requiere del esfuerzo de todos, todos cuentan, todos son importantes, todos tenemos algo valioso que aportar…" "… No hay otro tiempo. Este es el momento para impulsar cambios verdaderos… "

Peña habló y fue escuchado. Lo escucharon en la primera fila, en la última, en los pasillos del teatro, en sus baños, en el lobby, a través de pantallas gigantes en la explanada del edificio, en una taquería que está a un costado del recinto, en una tortería de los portales, en la Cámara de Diputados. En casas, trabajos y oficinas del centro del país a través del Canal 34, por SKY en toda la república, es posible que esto mismo se haya escuchado en Estados Unidos y en Canadá.

Peña se aventó a capela la última parte de su discurso. El mensaje político. Nada fácil. Es posible que lo haya memorizado; es posible, también, que no, que fueran palabras hiladas de sus creencias políticas. Pero por los titubeos, los regresos y retornos de su retórica, el discurso final aún parece que le fue dictado, sugerido, recomendado por alguna oficina de algún lugar fuera de México.

Peña siempre fue así. A lo largo de su campaña política nunca se dio la oportunidad de improvisar. Todo le fue dado. Todo le fue dictado. Cuando ganó las elecciones, ese domingo, fue a festejar a la Plaza de la Unidad del PRI; esa noche, lleno de emoción, habló a los priístas y les dio las gracias y les prometió que no les habría de fallar. Lo hizo y fue fácil creerle. Lo hizo con sus propias palabras, improvisó. Esa noche dijo lo que quiso, lo que sentía. Por vez primera se había escuchado al verdadero Enrique Peña, su voz y sus ideas.

El mensaje político de su quinto informe intentó ser eso pero no lo fue. No se sintió lo mismo. Se paró frente al micrófono, frente a un temible auditorio y actuó, seguro, como un estadista. Pero para que lo sea de verdad, hace falta más que un buen guión, falta que crea en sus palabras, que tenga la fuerza irreductible de la convicción, un diagnóstico, una respuesta a la terrible pregunta que es México.

Para ser un estadista hace falta más que ser precandidato, candidato y presidente. Se necesita que tenga el coraje de llevar a la realidad lo que fue la mejor línea de su discurso:  "No hay otro tiempo. Este es el momento para impulsar cambios verdaderos" Así es. Lo que se necesita en México son cambios verdaderos. No en otro tiempo, se necesita en este. Ahora, de ya.

Al final como al principio, la lluvia. Más tupida al cierre en una mañana en gris nublado. No sirvieron los blindajes, las escoltas, las armas, el inmenso poder y el inmenso dinero. Una llovizna, que no un aguacero, fue suficiente para encorvar a la clase política. Así termina el quinto informe. El quinto mitin. La precampaña. Bajo la lluvia. 
* Colección privada de la obra pictórica de Venus Raj "fragmentos de feria II" (Paris 1928).

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